miércoles, 9 de julio de 2014

Literatura japonesa II: 1868-1912. El periodo Meiji

¡Ohayo~! Ya que estoy en tierras niponas, y ya que la otra entada sobre literatura japonesa (que podéis leer aquí) fue acogida con bastante entusiasmo, aquí va la segunda parte de esa entrada. Se me ha hecho muy larga, pero es que así ya metía todo el segundo periodo y no tenia que hacer una tercera entrada para acabar la explicación. Tengo pensado hacer más entradas pero ya centrándome en poesía o teatro (que suele ser algo que llama bastante la atención a la gente). De momento, espero que disfrutéis de esta.
Cuando los barcos del comodoro norteamericano Matthew Perry llegaron a la bahía de Edo (la actual Tokyo) en el año 1853, hacía más de dos siglos que Japón vivía aislado a causa de la política adoptada por los shoguns Tokugawa para mantener la estabilidad de su régimen (1603-1867). La llegada de los “barcos negros” del comodoro Perry, sin embargo, obligó al gobierno Tokugawa a cambiar de estrategia y a abrir el país al comercio, a las relaciones diplomáticas y al intercambio cultural con el exterior, lo que acentuó el sentimiento de crisis interna que se había ido desarrollando a lo largo de la primera mitad del siglo XIX.
La literatura y la lengua en el momento de la Restauración Meiji (1868)
Durante el periodo Tokugawa (1603-1867), la sociedad japonesa había mantenido una estructura feudal basada en los rígidos valores del confucianismo. En la cima de la jerarquía estaban los guerreros/eruditos, seguidos, en orden descendente, de los campesinos, los artesanos y los comerciantes. Reflejando la organización social del país, la literatura presentaba dos modelos muy diferenciados: por una parte, estaba la literatura de prestigio, denominada bun ( ) y dirigida a la elite, y por otra, un género de ficción que recibía el nombre de gesaku ( 戯作, ‘obras frívolas’) y que estaba dirigido a las clases populares.
La literatura de prestigio estaba escrita en chino clásico, y reservada a los eruditos confucianos y a los miembros de la clase guerrera. Tenía como géneros principales la poesía, denominada kanshi ( 漢詩), y el ensayo, que se ocupaba básicamente de temas políticos, filosóficos e históricos. Estos dos géneros eran los únicos dignos de ser considerados como literatura “seria”.
Por su lado, la ficción gesaku trataba temas de la vida cotidiana y estaba fuertemente influenciada por la larga tradición oral y teatral de Japón. Este género popular había alcanzado un nivel notable durante la primera mitad del siglo XIX, pero en los años inmediatamente anteriores a la Restauración había ido degenerando hasta caer en un grado mínimo de calidad y de originalidad. De hecho, en el año 1868 la ficción gesaku era un género prácticamente agotado, y su único objetivo era entretener y aleccionar a los lectores.
 
1860-1890. El periodo de transición

Los ensayos, las traducciones y las novelas políticas
La apertura de Japón hacia el exterior decretada por el emperador Meiji el año 1868 provocó que durante los años inmediatamente posteriores a la Restauración se produjera un auténtico alúd de libros y de artículos sobre la cultura y la civilización occidentales. Normalmente, este fenómeno se conoce con el nombre de bunmei kaika ( 文明開化, ‘civilización y progreso’).
En un primer momento, los intelectuales japoneses intentaron satisfacer su curiosidad por Occidente con ensayos y libros de viajes que intentaban presentar fielmente la realidad de los países occidentales. Pero pronto, en su afán de colocar al país al nivel de las potencias occidentales, los intelectuales recurrieron a otra herramienta que sería fundamental en la difusión del conocimiento de Occidente en Japón y, especialmente, en la modernización de la literatura japonesa: las traducciones de obras europeas.
Como es lógico, al principio el interés de los intelectuales japoneses se centró más en traducir obras de contenido político y filosófico, en las que encontraban una utilidad evidente, que en obras puramente literarias. De esta manera, durante la década de los setenta del siglo XIX las obras que se tradujeron fueron, sobre todo, ensayos que ayudaron a difundir las ideas políticas y filosóficas vigentes en Occidente. Las traducciones de obras puramente literarias no llegaron hasta la segunda década de la era Meiji, es decir, a partir de 1878.
Con la traducción de estas novelas, la ficción recuperó parte del prestigio que había perdido en los últimos años del periodo Tokugawa. Además, esta recuperación del prestigio de la ficción coincidió con el intenso debate político que tenía lugar en Japón a comienzos de la década de los ochenta del siglo XIX, en el que se discutían temas como la fundación del parlamento, la creación de los primeros partidos políticos o el desarrollo de las relaciones internacionales.
La combinación de estos dos factores tuvo mucho que ver en el nacimiento de un género literario que hoy en día conocemos con el nombre de seiji shôsetsu ( 政治小説) o novelas políticas.
La denominación de seiji shôsetsu se aplica a una serie de obras de ficción escritas básicamente durante la primera mitad de la década de los ochenta del siglo XIX con el objetivo de difundir entre el pueblo ideales políticos como la igualdad, la libertad y la independencia nacional. Normalmente, los autores de estas novelas políticas eran jóvenes periodistas y activistas relacionados con el Movimiento por los Derechos y la Libertad de los Ciudadanos que, siguiendo el ejemplo de lo que pasaba en Occidente –donde personajes tan ilustres del ámbito político como Disraeli, Bulwer-Lytton o Voltaire se dedicaban a la ficción sin avergonzarse–, decidieron adoptar la novela como medio para dar a conocer su ideario.
La primera seiji shôsetsu apareció el año 1880 con el título de Tormentas en el mar de las pasiones: Relatos sobre los derechos de los ciudadanos (Minken engi, jôkai haran). Se trata de una novela alegórica en la que se pedía que en Japón se estableciera un sistema parlamentario como el que tenían las naciones occidentales.
Las seiji shôsetsu ejercieron una cierta influencia sobre las literaturas china y coreana. El caso más conocido quizás sea el del intelectual reformista chino Liang Qichao (1873-1929), que se inspiró en las novelas políticas japonesas para formular parte de su ideario. Se trata de un hecho especialmente importante, ya que era la primera vez después de muchos siglos en que la literatura japonesa influenciaba a la china.
A pesar de los esfuerzos de sus autores para crear una ficción adecuada a los nuevos tiempos, la mayoría de seiji shôsetsu continuaban presentando los mismos problemas que la ficción gesaku –es decir, unos argumentos complicados e inverosímiles, unos personajes estereotipados, un tono demasiado didáctico y un estilo demasiado alejado de la lengua hablada–, por lo que difícilmente se pueden considerar obras verdaderamente modernas. Seguramente ésta es la razón por la cual ninguna de estas novelas ha sido traducida a ninguna lengua occidental, y que a menudo este género queda olvidado en el momento de hacer la crónica del nacimiento de la literatura japonesa moderna.

Con todo, es innegable que tanto las primeras traducciones de novelas europeas como el género de las seiji shôsetsu conformaron los primeros intentos para hacer evolucionar la literatura japonesa y, a pesar de sus carencias, representaron una primera transición entre la ficción gesaku y la novela moderna.

Tsubouchi Shôyô y Futabatei Shimei

Tsubouchi Shôyô y Futabatei Shimei están considerados como los padres de la novela japonesa moderna a partir de dos obras que publicaron con pocos años de diferencia y que significaron el empujón definitivo para superar las limitaciones lingüísticas y estilísticas que presentaban la ficción gesaku, las primeras traducciones y las seiji shôsetsu. Hablamos de La esencia de la novela (1885-1886), el ensayo con el que Tsubouchi estableció las bases teóricas de lo que tenía que ser la reforma literaria en Japón, y de Nubes errantes (1887-1889), la novela en la que Futabatei plasmó las teorías de Tsubouchi.
 
1890-1912. El desarrollo de la novela moderna

La Ken’yûsha y Ozaki Kôyô

A pesar de los avances hechos por Tsubouchi y Futabatei al final de la década de los ochenta del siglo XIX, la modernización de la literatura japonesa no fue un proceso fácil. Durante la década de los noventa se produjo una reacción ante lo que algunos veían como una excesiva occidentalización de las formas literarias (y del país en general), y el lema bunmei kaika que había presidido los primeros años de Meiji dio paso a un eslogan más matizado, wayô setchû ( 和洋 折衷, o ‘combinación de Japón y Occidente’).
En el ámbito literario, esta combinación de elementos japoneses y occidentales encontró expresión en los autores de la Ken’yûsha (‘Amigos de la piedra de tinta’), que, bajo el liderazgo indiscutible de Ozaki Kôyô, intentaron revitalizar la literatura japonesa mezclando los modelos de la literatura japonesa clásica –sobre todo del periodo Genroku (1688-1703) y, en especial, del escritor más representativo de este periodo, Ihara Saikaku– con algunos de los avances que había aportado el contacto con las obras de la literatura occidental.
La Ken’yûsha fue fundada el año 1885 por un grupo de estudiantes de la Universidad Imperial de Tokio que compartían su afición por la literatura. Entre 1885 y 1889, estos jóvenes publicaron la primera revista literaria del Japón moderno, Garakuta bunko (Librería de Recortes), y a partir de 1890 empezaron una intensa actividad centrada en la creación de unas novelas populares, sentimentales y artificiosas, que presentaban una trama elaborada y llena de elementos melodramáticos. Este estilo enseguida conectó con el gusto de un público muy amplio, lo que permitió a los autores del grupo Ken’yûsha ocupar un lugar central en el mundo literario japonés de la década de los noventa.
Ozaki Kôyô ( 尾崎 紅葉, 1867-1903), seudónimo de Ozaki Tokutarô, fue el escritor más popular de la década de los noventa. En el año 1885 fundó, juntamente con otros compañeros de la Universidad de Tokyo, la sociedad literaria Ken’yûsha y la revista Garakuta bunko, y en el año 1889 entró a trabajar en el diario Yomiuri Shinbun, en cuyas páginas publicó la mayoría de sus obras.

Los últimos representantes de la tradición china
Aparte de los autores de la Ken’yûsha, el “retorno a los orígenes” que comportó década de los noventa también se vio reflejado en la obra de diversos escritores que fueron los últimos representantes de la tradición china en las letras japonesas. De entre estos autores, tenemos que destacar el nombre de Kôda Rohan, cuya obra representó el único contrapunto significativo a la literatura popular de Ozaki Kôyô. De hecho, la autoridad de estos dos autores fue tan grande que incluso algunos críticos han calificado la década de los noventa como “los años de Kôyô y Rohan”.
Kôda Rohan ( 幸田 露伴, 1867-1947), considerado como el último superviviente de la tradición china en Japón, vivió ajeno a los cambios que tenían lugar en el mundo literario y rechazó tanto las obras artificiosas de la Ken’yûsha, como la literatura con voluntad realista que escribían los jóvenes autores románticos y naturalistas. En contraposición a estas tendencias, Rohan construyó una obra marcadamente idealista, arraigada en las tradiciones budistas y confucianas, y dirigida a una elite intelectual que, como él mismo, aún había recibido una educación basada en los clásicos chinos. Como es lógico, Rohan no adoptó el modelo de lengua genbun-itchi y continuó escribiendo en un estilo clásico.

El romanticismo y el naturalismo
El caso de los autores de la Ken’yûsha y de los últimos representantes del estilo clásico que hemos visto en los dos apartados anteriores se puede considerar como un paréntesis en el proceso de modernización que la literatura japonesa había emprendido con Tsubouchi y Futabatei. Cabe decir, sin embargo, que el hecho de que la literatura dominante durante la década de los noventa no tuviera la profundidad psicológica ni la voluntad de realismo propios de la literatura moderna, no quiere decir que durante estos años se abandonara el esfuerzo para crear una ficción parecida a la de los países avanzados. Bien al contrario, los noventa también vieron la aparición de una generación de escritores jóvenes que, a la sombra de la Ken’yûsha, perseveraron en el camino hacia la modernización inspirándose en las ideas que llegaban desde Europa.

Ahora bien, hay que matizar que el hecho de hablar de romanticismo, de realismo y de naturalismo para describir la evolución de la literatura japonesa a partir de la década de los noventa puede dar la impresión de que la aparición de estas tendencias literarias tuvo lugar de una manera más ordenada de como pasó en realidad. Antes de entrar en el análisis de cada uno de estos movimientos, hay que tener presentes dos aspectos:

a) En el contexto de la literatura japonesa, las denominaciones de estos movimientos toman unas connotaciones ligeramente diferentes respecto a sus “equivalentes” europeos.

b) De alguna manera, todos los escritores que empezaron a escribir con voluntad modernizadora a partir de 1890 se podrían considerar como realistas, en la medida en que compartieron la preocupación por describir al individuo y su comportamiento de la manera más precisa posible.

El primer movimiento literario identificable que tomó cuerpo en Japón a partir del nuevo influjo de ideas llegadas de Europa fue el romanticismo (roman-shugi, 主義 o 浪漫主義), que dejó sentir su influencia entre 1889 y 1904. La aportación principal del romanticismo a la modernización de la literatura japonesa consistió en la introducción de dos elementos que no tenían ningún precedente en la tradición literaria nipona: la exaltación de la libertad individual y el tratamiento del amor y los sentimientos como el centro de la existencia.
El movimiento que tomó el relevo del romanticismo en el proceso de modernización de la literatura japonesa fue el naturalismo ( shizenshugi, 自然主義), que tuvo su momento álgido entre 1905 y 1910. A pesar de los pocos años en los que dominó el mundo literario, el movimiento naturalista tuvo una gran influencia en las letras japonesas, ya que, como veremos, estableció las bases para el tono personal y casi confesional del cual están impregnadas algunas de las grandes obras del siglo XX.
A pesar de la evidente inspiración de los naturalistas japoneses en las tesis del naturalismo europeo –que habían conocido mediante las obras de autores como Zola, Flaubert o Maupassant–, la versión japonesa del movimiento se apartó muy pronto de las tesis originales en un aspecto básico: la relación entre el individuo y la sociedad. Mientras que los naturalistas europeos describían al individuo de manera casi científica y lo presentaban como un ser sometido a las fuerzas históricas y evolutivas, los naturalistas japoneses se limitaron a describir al individuo sin relacionarlo con el entorno social. De esta manera, la literatura naturalista japonesa derivó hacia un estilo confesional donde la realidad se describía sólo a partir de las experiencias directas y personales de los autores.
Con respecto al estilo, las novelas naturalistas japonesas se caracterizan por la escasez de acontecimientos dramáticos, así como por un lenguaje sencillo y directo, desnudo de cualquier artificio. La obsesión de los naturalistas por explicar la verdad sin introducir elementos ficticios u ornamentales propició el nacimiento de una de las formas literarias japonesas por excelencia: la novela personal o shishôsetsu (también denominada watakushi-shôsetsu, 私小説).
Bueno, y hasta aquí el tocho-post de hoy. Ha sido denso (¡Y eso que he recortado!) pero espero que os haya gustado. He hecho el articulo con mis apuntes de la universidad, por lo que el mérito es de mis profesores Shigeko Suzuki y Albert Nolloa, yo solo me he limitado a hacer una selección y hacerlo más ligero. Espero que os haya gustado. 


10 comentarios:

  1. Qué interesante la verdad, siempre me ha encantado toda la cultura japonesa y sabía poco d eus historia ^^
    Muchas gracias <3
    PD: menos mal que está resumido xd

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  2. Me encanta la cultura japonesa y todo lo relacionado con ella, tu entrada se agradece! Siempre me ha llamado la atención la profundidad psicológica en la novela japonesa actual, más basada en los sentimientos que en los grandes artificios más propios de la estadounidense y o de la europea, supongo que por eso mismo muchos consideran esa literatura como "lenta". A mi me encanta aunque sí es cierto que resulta más tranquila y de lectura lenta, sin los subidones de adrenalina continuos que te proporcionan las de otras zonas más cercanas.

    Magnífica entrada de nuevo, por cierto, ¡¿en serio están en japón?!

    Besotes!

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  3. Hola! Que interesante! Es una cultura que siempre queda apartada de la historia, al menos por aquí Europa así que es de agradecer leer una entrada de este tipo ;) Disfruta de tu estancia en tierras niponas, besos!

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  4. Hola^^
    Una vez más, una entrada la mar de interesante, me encanta.
    besos!

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  5. Buenas.
    Buena clase de historia. Un poco de cultura no viene mal ni hace daño a nadie. La verdad que excepción a grandes rasgos, la cultura de oriente para mí es una perfecta desconocida.
    Un abrazo!

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  6. ¡Hola! ^^

    ¡Qué entrada tan curiosa! :D Saber cosas de otras culturas siempre es genial y está en concreto siempre me ha llamado mucho la atención :) ¡Muchas gracias por compartirlo! ^^
    ¡Un besazo!

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  7. Pues sí, siempre es bueno aprender cosas nuevas y más si son literarias.
    Por cierto, si interesa, tenéis premio en el blog: http://paranoiesrikanna.blogspot.com/2014/07/premio-dardos.html
    Saludos^^

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  8. Siempre es bueno aprender cosas nuevas, y más si son literarias.
    Por cierto, si interesa, tenéis premio en mi blog: http://paranoiesrikanna.blogspot.com/2014/07/premio-dardos.html
    Saludos`^

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  9. Nunca me había planteado la literatura japonesa, no tenía ni idea, ahora gracias a esta entrada se un poquito
    ¡Un beso!

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