La premonición de Morgan Robertson
EMS Titanic 1912 |
Su autor fue Morgan
Robertson, escritor americano de escasa notoriedad en su época y
responsable de numerosos relatos cortos y novelas, que, sin embargo,
logró alcanzar la verdadera fama después de la tragedia. Hijo de
un capitán de barco, su vida siempre estuvo fuertemente vinculada al
mar, de ahí que la mayoría de sus historias estuvieran relacionadas con
el líquido elemento. El libro que nos ocupa se
llama “El Naufragio Del Titán o Futilidad”,
y si lo que estáis pensando además es que los nombres también se
parecen demasiado, así es; el nombre del poderoso trasatlántico de
Robertson se llamaba Titán.
Después de esta breve
introducción pasaremos a los detalles, los responsables de que se
armara tanto revuelo respecto a una novela. Datos donde en ocasiones
se asemejan tanto el mundo real y el ficticio, que olvidas estar leyendo una novela. Así que antes de dejar
que la inagotable lógica humana haga su aparición, dejemos volar
nuestra imaginación durante un rato.
Empecemos por la fecha; abril es el fatídico mes donde ambos barcos se hundieron en las gélidas aguas del Océano Atlántico, y la verdadera tragedia fue, que la mayoría de sus pasajeros perecieron debido a la insuficiente cantidad de botes salvavidas. Eran barcos inmensos, e incluso en esto eran demasiado parecidos, pues la longitud del Titanic era de 243 metros por 268 del Titán. En velocidad la cosa también andaba pareja ya que ambos podían alcanzar aproximadamente los 24 nudos.
Empecemos por la fecha; abril es el fatídico mes donde ambos barcos se hundieron en las gélidas aguas del Océano Atlántico, y la verdadera tragedia fue, que la mayoría de sus pasajeros perecieron debido a la insuficiente cantidad de botes salvavidas. Eran barcos inmensos, e incluso en esto eran demasiado parecidos, pues la longitud del Titanic era de 243 metros por 268 del Titán. En velocidad la cosa también andaba pareja ya que ambos podían alcanzar aproximadamente los 24 nudos.
Lo más exquisito de la ingeniería moderna de la época esculpía con detalle cada rincón de los acorazados, y la arrogancia de creerse por encima de la naturaleza fue lo que hizo fracasar de nuevo al ser humano frente a ella. Un iceberg se interpuso en el camino de ambos gigantes lanzando una dosis de humildad a todos los que se creyeron invencibles. Pero por desgracia, pues uno de ellos era real, se llevó consigo la vida de más de la mitad de los pasajeros. Aquí es donde encontramos una de las diferencias entre el libro y la realidad; mientras que el Titán se hundió como consecuencia de una condición climatológica adversa, en el caso del Titanic, todo estaba en calma. Otra diferencia, y más afortunada, es que el número de supervivientes fue mucho mayor en la vida real que en la ficción donde apenas se salvaron unos pocos.
La historia se desarrolla incluso antes de que la clase Olímpica Titanic fuera siquiera diseñada. A pesar de todo lo dicho hasta ahora, y de las numerosas coincidencias, uno podría pensar que alguien se había hecho con la obra de Robertson previamente e inspirarse en ella para bautizar a la nueva línea de barcos. Que, por otro lado, la exactitud de detalles fuera porque algún avispado visionario cambiara ciertas partes de la historia original del Titán para que fuera lo más estremecedoramente parecida a la realidad. Finalmente, el resto del relato no aderezado sería simple fruto de una desafortunada coincidencia. Pero en realidad, ya nada importa; todo lo que se diga o piense ahora sólo serán meras conjeturas pues sólo el pasado conoce la verdad. Y no está muy dispuesto a despejarnos la duda.
Restos de la proa del Titanic |
Fuera como fuese, por un motivo u otro, lo cierto es que en esta ocasión, parece que la realidad quiso copiar a la ficción; de la manera más retorcida posible.
Holaaa! Me gusta mucho tu blog así que me quedo :)
ResponderEliminarPásate por mi blog, yo ya te sigo :) lecturassaludcm.blogspot.com.es
¡Muchas gracias! Eso está hecho ;)
EliminarUn abrazo