miércoles, 13 de marzo de 2013

El libro que hundió un trasantlántico

La premonición de Morgan Robertson

 

    Un libro sobre un barco descomunal que inicia su travesía inaugural partiendo desde el puerto de Southampton, Inglaterra, con destino a Nueva York. Pero el infortunio se ceba con él, y pese a que lo habían declarado como “insumergible”, un iceberg traicionero provoca el desastre, hundiéndolo en medio del Atlántico Norte junto a la mayoría de su tripulación. Después de esta rápida lectura muchos pensarán que se trata de un guión bastante típico, uno de tantos basados en la tragedia del Titanic, que tuvo lugar en la aciaga noche del 14 de abril de 1912. Sin duda alguna, una servidora estaría de acuerdo con dicha afirmación, si no fuera por un pequeño detalle; dicho libro fue escrito en 1898, es decir, catorce años antes del accidente marítimo más famoso de la historia.

EMS Titanic 1912
    Su autor fue Morgan Robertson, escritor americano de escasa notoriedad en su época y responsable de numerosos relatos cortos y novelas, que, sin embargo, logró alcanzar la verdadera fama después de la tragedia. Hijo de un capitán de barco, su vida siempre estuvo fuertemente vinculada al mar, de ahí que la mayoría de sus historias estuvieran relacionadas con el líquido elemento. El libro que nos ocupa se llama “El Naufragio Del Titán o Futilidad”, y si lo que estáis pensando además es que los nombres también se parecen demasiado, así es; el nombre del poderoso trasatlántico de Robertson se llamaba Titán.

Después de esta breve introducción pasaremos a los detalles, los responsables de que se armara tanto revuelo respecto a una novela. Datos donde en ocasiones se asemejan tanto el mundo real y el ficticio, que olvidas estar leyendo una novela. Así que antes de dejar que la inagotable lógica humana haga su aparición, dejemos volar nuestra imaginación durante un rato.

Empecemos por la fecha; abril es el fatídico mes donde ambos barcos se hundieron en las gélidas aguas del Océano Atlántico, y la verdadera tragedia fue, que la mayoría de sus pasajeros perecieron debido a la insuficiente cantidad de botes salvavidas. Eran barcos inmensos, e incluso en esto eran demasiado parecidos, pues la longitud del Titanic era de 243 metros por 268 del Titán. En velocidad la cosa también andaba pareja ya que ambos podían alcanzar aproximadamente los 24 nudos.

Lo más exquisito de la ingeniería moderna de la época esculpía con detalle cada rincón de los acorazados, y la arrogancia de creerse por encima de la naturaleza fue lo que hizo fracasar de nuevo al ser humano frente a ella. Un iceberg se interpuso en el camino de ambos gigantes lanzando una dosis de humildad a todos los que se creyeron invencibles. Pero por desgracia, pues uno de ellos era real, se llevó consigo la vida de más de la mitad de los pasajeros. Aquí es donde encontramos una de las diferencias entre el libro y la realidad; mientras que el Titán se hundió como consecuencia de una condición climatológica adversa, en el caso del Titanic, todo estaba en calma. Otra diferencia, y más afortunada, es que el número de supervivientes fue mucho mayor en la vida real que en la ficción donde apenas se salvaron unos pocos.                                                                                  

La historia se desarrolla incluso antes de que la clase Olímpica Titanic fuera siquiera diseñada. A pesar de todo lo dicho hasta ahora, y de las numerosas coincidencias, uno podría pensar que alguien se había hecho con la obra de Robertson previamente e inspirarse en ella para bautizar a la nueva línea de barcos. Que, por otro lado, la exactitud de detalles fuera porque algún avispado visionario cambiara ciertas partes de la historia original del Titán para que fuera lo más estremecedoramente parecida a la realidad. Finalmente, el resto del relato no aderezado sería simple fruto de una desafortunada coincidencia. Pero en realidad, ya nada importa; todo lo que se diga o piense ahora sólo serán meras conjeturas pues sólo el pasado conoce la verdad. Y no está muy dispuesto a despejarnos la duda.


Restos de la proa del Titanic
Robertson fue hallado muerto el 24 de marzo de 1915 en la habitación del hotel donde se hospedaba, en la ciudad de Atlantic City, New Jersey. Tenía 53 años de edad. La explicación oficial fue que su corazón falló, debido a una sobredosis de protiodide que no pudo soportar. Pero en los susurros puede escucharse que fueron las terribles imágenes que veía del futuro lo que le hicieron enloquecer lo suficiente para dejar escapar su vida, creyéndose quizás culpable de lo ocurrido hacía 3 años.

Fuera como fuese, por un motivo u otro, lo cierto es que en esta ocasión, parece que la realidad quiso copiar a la ficción; de la manera más retorcida posible.



2 comentarios:

  1. Holaaa! Me gusta mucho tu blog así que me quedo :)
    Pásate por mi blog, yo ya te sigo :) lecturassaludcm.blogspot.com.es

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